sábado, 18 de diciembre de 2010

Salta










Después de la aventura de cruzar la frontera, llegué a mi primera parada en Argentina: Salta "La linda". La verdad es que esta primera parada también empezó de una forma un tanto accidentada, porque Sergio y yo, muy inteligentemente, nos olvidamos de apuntar la dirección del hostal, así que ahí estábamos a las siete de la mañana en una ciudad desconocida, con tres bultos por persona y sin saber donde dormir. Después de vagar un poco descubrimos un bar con wi-fi y pudimos ver que no andábamos muy desencaminados, así que nos fuimos derechos para el hostal. Siestita mañanera, ducha y en marcha a conocer Salta. La verdad es que fue un poco shock cultural, después de tantos meses en Bolivia, porque Salta podría ser cualquier ciudad de España. Estaba llena de tiendas, y con esto de que es casi navidad, la fiebre consumista estaba disparada. La verdad es que parece increíble que 300 km al norte las cosas sean tan distintas. Después de recorrer todo Salta y disfrutar de la primera parrishada argentina, nos fuimos a dormir...¡que a la mañana siguiente tocaba conocer la quebrada de Humahuaca!

Tarija y Argentina


Despedida de Bolivia y entrada en Argentina

Viñedos de Tarija





Bodega La Casa Vieja


Tarija es algo así como La Rioja boliviana y resultó ser la última parada en este país que me ha acogido durante más de cinco meses antes de una visita exprés por Argentina y volver a casa por Navidad. La verdad es que la ciudad no tiene mucho que ver, y es un sitio muy tranquilo en el que apenas pasa nada. Lo que merece la pena de Tarija son sus bodegas. Nosotros decidimos empezar por la de Casa Vieja... y allí nos quedamos. Porque aparte de sus buenos vinos, Tarija también tiene una gente magnífica. Estando Sergio y yo catando los diferentes vinos de la bodega, aparecieron unos chapacos (que es como se conoce a los habitantes de Tarija) y se sentaron con nosotros. A parte de hablar con ellos se empeñaron en enseñarme a bailar cueca (pobres, no conocían mi sentido del ritmo) y luego nos llevaron de vuelta a la ciudad. La verdad es que fue una pena que nuestro planning fuera tan ajustado, porque a Tarija, y especialmente a sus vinos, habría que dedicarle varios días con sus noches.


¡Argentina!


Con un pie en cada país (con mil maletas, sin un duro y en medio de la nada)


Después de los vinos, Sergio y yo pusimos rumbo a Argentina. A pesar de que se supone que la frontera estaba cerrada a partir de las 8 de la noche, nos habían dicho que era posible cruzar caminando el río Bermejo por un puente, así que para allí que nos fuimos. Después de dar mil vueltas, conseguimos encontrar la garita de salida de Bolivia y el ansiado sello de salida. Teniendo en cuenta los problemas anteriores en la frontera, no era ninguna tontería, así que eufóricos comenzamos a cruzar el puente con nuestro abundante equipaje. Una vez que conseguimos entrar en Argentina nos encontramos en un pueblo fronterizo en mitad de la nada, a la una de la mañana y sin un solo peso argentino en nuestros bolsillos, porque no se nos había ocurrido cambiar antes de cruzar. Total que allí estábamos nosotros, ya dispuestos a pasar la noche en un remoto pueblo del norte de Argentina cuando apareció un taxi salvador que se ofreció a llevarnos (por una suma un tanto desorbitante de dólares) a Orán donde allí tomamos el colectivo que nos llevó a Salta. Bye bye Bolivia....Hello Argentina!

martes, 30 de noviembre de 2010

Última visita a campo

¿Iluminar la pobreza?




Tinaja de chicha.


Una de las casas visitadas, a una hora de caminata de cualquier otro indicio de civilización.


El "tractor" de un comunario cualquiera: un arado de madera que bien podría ser de la Edad Media. Después le atarán un trozo de metal y lo unirán a una yunta de vacas (¡ni siquiera bueyes!) para arar los campos de papa.



Vista de una de las casas con el valle de Pocona al fondo.






Charque de cabrito secando al sol. Muy rico estaba, por cierto.




Vivian.


Baño ¿semanal?


Colección Primavera/Verano


Hace cosa de un mes estuve en un evento acerca de la introducción de Energías Renovables en Bolivia, donde coincidí con un español que estaba trabajando para la cooperación alemana. Estuvimos hablando de nuestros respectivos proyectos, y en un momento de la conversación me dijo que mucha gente consideraba que los proyectos como los que ejecuta CINER (poner luz y tomas de corriente), son llamados "iluminar la pobreza". Yo defendí a capa y espada el proyecto, porque en mis anteriores visitas a campo me pareció que eran proyectos que habían mejorado mucho la vida de la gente y que habían introducido un cambio sustancial en sus vidas. Por eso, cuando me ofrecieron realizar mi última visita a las comunidades no lo dudé, quería volver a ver los sitios y replantearme mis opiniones. La visita fue de nuevo a las comunidades del valle de Pocona pero esta vez, en vez de tener reuniones comunarias, fui a las casas a comprobar el estado de los equipos y realizar reparaciones. La verdad es que, por mucho que fuera la tercera visita, impresiona tanto como la primera. La gente vive en casas de adobe de una sola habitación, donde toda la familia duerme junta y su cocina consiste en una pequeña casita con una hoguera, con las paredes tan negras de hollín que al intentar clavar un clavo te rodea una nube de polvo. La verdad es que esta vez si que pude entender porque hay gente que le puede llamar "iluminar la pobreza", en realidad no es un cambio tan radical en sus vidas, no se dedica a usos productivos, simplemente a cargar el móvil y ver la tele. Pero también es verdad que ahora los niños pueden estudiar al volver del colegio, y que las mujeres pueden tejer chaquetas a la luz de esos focos. Sí, instalar una granja o un telar supongo que sería considerado más productivo, pero este pequeño proyecto ha hecho que en algunas comunidades estén interesados en seguir avanzando y conseguir financiación para proyectos más ambiciosos. Así que supongo que al darles luz, hemos iluminado su pobreza, y se han dado cuenta de que quieren salir de ella.

martes, 23 de noviembre de 2010

Lago Titicaca. Día Dos

De Norte a Sur


¿Mikonos?


¿Creta?


¡No! El lago Titicaca :)


El lago con la Cordillera Real al fondo.




Cruzando la isla




Momento homenaje


Vista del lago desde Yumani, al sur de la isla


Bañándome en el lago. En efecto, el agua estaba congelada, pero hacía tanto calor y tenía una pinta tan apetecible que no pude evitarlo.


De vuelta a tierra firme

Al día siguiente, decidimos recorrernos la isla de Norte a Sur. Fue una excursión un poco agotadora, subiendo y bajando a 4000 metros sobre el nivel del mar, pero las vistas y las playas eran dignas de un crucero por las islas griegas. Después de la caminata nos dimos un homenaje en una terracita con vistas al lago y luego un bañito. El agua estaba CON-GE-LA-DA, pero había que bañarse!!!Luego de vuelta a Cocha con el correspondiente lío en la frontera, como parece que es la tónica general. Resulta que después de hacer todo un teatrillo, haciendo como que habíamos estado en Perú visitando a unos amigos, nos confiscaron el pasaporte porque no teníamos la multa que habíamos pagado al entrar a Perú. Gracias a Dios ya he recuperado el pasaporte, pero se ve que cada paso por la frontera va a ser toda una odisea. Después de todo este lío tomamos el último bus que salía de Copacabana a La Paz, con los minutos contados para llegar a coger el autobús a Cochabamba. Obviamente conforme pasaba el tiempo aumentaba el estrés, bueno el de Sergio, no el mío, porque yo iba sobada. Llegamos a La Paz con el tiempo justo para coger un taxi y montarnos en el último autobús de vuelta a Cocha, nada como una carrerita por una terminal repleta de gente para terminar un viaje magnífico.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Lago Titicaca. Día Uno

A las orillas del Titicaca…


Estrecho de Tiquina


Después de más de cinco meses en Bolivia, por fin fui a visitar el Lago Titicaca. Fue un viaje planeado un poco a lo loco y, como siempre, esos son los mejores. Al lago se llega desde La Paz pasando por el estrecho de Tiquina. Aquí te hacen bajar del micro y te montas en una barquita, mientras montan el micro en una balsa. Como siempre, parece que va a pasar algo, del estilo de que el autobús se va a hundir, o que se dejen a la mitad de los pasajeros en la otra orilla, pero, como siempre, nunca pasa nada. Los bolivianos se caracterizan por su caos organizado. En el estrecho de Tiquina pude tener un aperitivo de lo que iba a ser el Titicaca: un inmenso lago con aguas cristalinas de un azul super bonito, rodeado de montañas nevadas de cinco mil y pico metros...pintaba bien :)



Catedral de Copacabana


En la "Horca del Inca"


De camino a la Isla del Sol

Después de cruzar el estrecho de Tiquina, llegamos a Copacabana. Obviamente no tiene nada que ver con la conocida playa de Brasil, pero tiene el encanto de los pueblos de pescadores. Después de recorrer la ciudad y subir a la "horca del inca" para poder admirar el lago desde las alturas, tomamos un barco hacia Ch'allapampa, un pequeño pueblo situado al norte de la Isla del Sol.



Playa en Ch'allapampa


Vista de Ch'allapampa


De camino a las ruinas


Chinkana


Atardecer en el Lago Titicaca


Ch'allapampa es un precioso pueblo situado en un estrecho en la isla del sol, sin apenas turismo, por lo que te sientes como a 5000 km de toda la civilización. Después de explorar un poco el pueblo y sus playas, nos pusimos rumbo a las ruinas situadas al norte de la isla, donde pudimos disfrutar de un precioso atardecer. Después, una buena trucha del Titicaca a la plancha y a dormir.

Tiwanaku

Tiwanaku





Templo de Kalasasaya


Templete semisubterráneo


Puerta del sol


Ya de vuelta en Bolivia (esta vez sin problemas en la frontera), decidimos aprovechar el viaje para visitar Tiwanaku. La verdad es que después de estar en Macchu Picchu cualquier resto arqueológico puede parecer un poco cutre, pero fuimos a visitarlas igual. Supongo que dentro de diez años, cuando los bolivianos se den cuenta del potencial turístico de su país, les dedicarán la atención que merecen, pero hoy en día están un poco abandonadas. Aún así, son impresionantes. Al igual que en Cuzco hay unas estructuras de piedra enormes que nadie sabe como han llegado allí ni como las construyeron, se ve que los incas tenían desarrollada una capacidad constructora increíble, dudo mucho que ahora se pueda repetir lo que ellos hicieron hace 800 años. Después de patearnos las ruinas bajo un sol abrasador, tomamos un trufi de vuelta a La Paz y luego a Cochabamba.
El viaje a Cochabamba, que de normal lleva unas 7 horas y media, nos tomó como diez. ¿El motivo? que fue como ir a Zaragoza cogiendo el autobús de los pueblos: en cada grupo de tres o cuatro casas se subía o bajaba alguien, con el correspondiente abrir y cerrar del maletero para que sacaran sus bultos (que normalmente son dignos de una mudanza). Además me tuve que tragar una película de chinos sin ningún tipo de argumento y después oír las protestas de la gente porque querían ver otra película. La respuesta del conductor fue clara: el billete solo daba derecho a una película. Cuando la gente empezó a decir que el billete también daba derecho a llegar a tiempo pensé que iba a haber un linchamiento popular. Después de pedir la película durante una hora, decidieron desistir y no tuvo lugar el temido FuenteOvejuna. 10 horas y una ruptura de motor después (convenientemente en una curva), llegamos a casa :).

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cuzco

Cuzco

A la vuelta de Macchu Picchu tuve un día para recorrer Cuzco, antigua capital del imperio Inca, y la verdad es que me supo a poco, porque hay mil y una cosas que ver. Ante todo, porque te puedes pasar horas y horas admirando la pericia con la que los quechuas construían sus palacios. En el centro de la ciudad, muchas casas están construidas sobre los cimientos de las antiguas edificaciones incas, y por las fotos ya se puede ver que eran unos auténticos fieras.




Catedral de Cuzco




Creo que una foto vale más que mil palabras




Coricancha




Cuzco at night


El día se pasó volando entre cusqueñas y paseos, y antes de que me diera cuenta, ya era hora de volver al país que me acoge: Bolivia. Después del magnífico Macchu Picchu y el animado Cuzco, sólo puedo decir una cosa de Perú: ¡Volveré!